jueves, 9 de septiembre de 2010

Temor a los chinos



El sector del pequeño comercio de Zaragoza se muestra muy preocupado por la apertura, en todos los barrios de la ciudad, de establecimientos de ropa y complementos regentados por ciudadanos chinos. "Son tiendas muy bien montadas que nada tienen que ver con los bazares. La calidad de las prendas es muy distinta a la del comercio tradicional, pero está haciendo mucho daño a aquellos especializados, por ejemplo, en ropa para jóvenes", asegura la vicepresidenta de Ecos, Margarita Ballarín.

El caso es que los propios comerciantes señalan que "en estos momentos, y mientras el autónomo de toda la vida está cerrando su negocio, ellos son los únicos que siguen abriendo nuevas tiendas". Otros recuerdan directamente a los aragoneses que "todo el dinero que se pueda dejar en este tipo de establecimientos no se queda aquí, ni nos genera riqueza, sino que sale para fuera". También denuncian los horarios de apertura de este tipo de negocio. "Muchos abren todo el día y durante toda la semana, incluidos los domingos. Un hecho que rompe el tradicional descanso del autónomo.

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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las grandes superficies copan el mercado de los libros de texto



Para desgracia de los más pequeños, que todavía disfrutan de las vacaciones estivales, el colegio ya está a la vuelta de la esquina; algo que saben las grandes superficies, que están empezando a montar sus estanterías y escaparates destinados, principalmente, a los padres.
La temporada se presenta «muy parecida a la del año pasado», según vaticina el jefe de sector de Carrefour, Joaquín Villalba. Como los buenos estudiantes, dejaron la tarea hecha hace tiempo.

La meticulosa recogida de los vales de reserva de los libros de texto llevados por los padres se ha producido entre junio y julio. El pasado 1 de agosto no se admitió ni uno más.
La razón de trabajar con tanta anticipación, según Villalba, porque «este mundo es muy sui géneris con lo que tiene en fábrica». Tanto que obliga a hacer estimaciones «muy afinadas». Se produce prácticamente sólo lo que se necesita. «Tantos niños, tantos colegios», describe el responsable de sección.


A ello se suma que el hipermercado no podrá hacer devoluciones del excedente, que será carne de almacén o del contenedor azul de reciclaje. El encargado advierte a rezagados y despistados, que a esta altura del calendario quizás ya no haya remedio: «Habrá padres que vengan ahora en agosto o en septiembre, y puede que los libros ya no los tengan ni los fabricantes».

Establecimientos como Carrefour echan mano de una política de marketing agresiva, con la que presumen de tener «los mejores precios», e incluso de ofrecer «diez veces la diferencia» a quienes encuentren precios más baratos. Villalba prefiere no hablar de cifras, pero no niega que los descuentos pueden alcanzar hasta un 25% sobre el precio de cada editorial. Unas rebajas, que según este jefe de grandes superficies, «respetan los límites permitidos por la ley».
Para captar clientes, además se facilita el pago en tres meses sin intereses, e incluso se hacen sorteos con premios como bicicletas, televisores o DVD.


Frente a esta guerra de precios y de competencia feroz, está el pequeño comercio que sobrevive con otras fórmulas. Así lo defiende Alberto Bollullo, comercial de la papelería portuense que lleva su apellido. «Nosotros sólo nos podemos diferenciar en el servicio. Las grandes superficies intentan, poniendo los precios de coste, que la gente vaya allí a comprar productos de alimentación, los artículos de papelería o el calzado, que es por donde les repercute». Ésta es la técnica que deben combatir para no quedar fuera del mercado.
«Ellos quieren ver el supermercado lleno», apostilla. Bollullo critica las aglomeraciones que, a su manera de ver, se viven en un centro comercial, y pone en valor el espíritu de mejora del pequeño comerciante: «Con los cheques-libro se intenta que estén lo antes posible, y que los clientes no tengan que venir muchas veces».

«Para dejarlos a precio de coste, ellos mantienen unos acuerdos con las editoriales a los que nosotros nunca podremos llegar», desvela. La alternativa es llegar a los centros que solicitan textos de editoriales que no pactan con los hipermercados. Aunque la nueva esperanza para los libreros está en todo lo que rodea a la vuelta al colegio: «La gente tendrá que seguir comprando el material de papelería, que nos deja un mayor porcentaje de beneficio que los libros, por que con el cheque-libro es mínimo.

La guerra está declarada y un año más pequeños y grandes comerciantes pelean por hacerse con el mayor número de clientes. Mientras, los padres hacen ya números.

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